La Lucha de la Carne y el Espíritu: Dos lobos enfrentados

Todo creyente al iniciar su camino en el evangelio tiene una lucha de titanes, en el que uno le dice obedece a Dios y el otro desobedécelo, y cada uno de ellos en ese combate desea llevarse el trofeo.

Índice

    La Lucha de la Carne y el EspírituLa lucha de la Carne y el Espíritu

    Es conocido que la naturaleza humana se desvive en la búsqueda de lo que le apasione y satisfaga, pero el encuentro con el Señor y la ayuda del Espíritu Santo es el que le podrá dirigir en cada paso que emprenda, donde logrará entender lo que es bueno para su alma.

    Es por ello que el Apóstol Pablo en su epístola a los Gálatas describe esa lucha:

    «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis» (Gálatas 5: 16-17)

    Esa lucha que tiene el ser humano no solo la describe la Biblia, sino en el conocimiento colectivo está reflejado en las enseñanzas que los padres o abuelos le dan a sus hijos y nietos, como lo dice este relato indio:

    Un indio muy sabio se encontraba enseñando a su pequeño nieto una de las lecciones más importantes de la vida. Le contó al pequeño niño la siguiente parábola:

    • Abuelo: existe una pelea dentro de cada uno de nosotros. Es una terrible pelea entre dos lobos.
    • Un lobo es malo. Es furia, rabia, envidia, remordimiento, avaricia, arrogancia, autocompasión, resentimiento, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego.
    • El segundo lobo es bueno. Es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, empatía, verdad, compasión y fe.
    • El nieto pensó sobre esto un momento. Entonces le preguntó al abuelo.
      Nieto: ¿Qué lobo ganará esta pelea?
    • El abuelo simplemente respondió
    • Abuelo: El que alimentes.

    Al escuchar esa reflexión se vislumbra lo que Pablo habla en su epístola, lo que más alimentes será más fuerte, y esa lucha podrás vencerla. La decisión de cada creyente es la que forjará a ese lobo, como lo llamó el abuelo en la historia.

    Hay dos opciones: vivir en la carne, que viene a obedecer y satisfacer los deseos del viejo hombre, que está ceñido a las cosas de mundo carnal. O vivir en el Espíritu, que se niega a darle placer a la carne, esforzándose en agradar a Dios, caminando en el nuevo hombre nacido en Cristo Jesús, obedeciendo su Palabra.

    Esa lucha diaria del creyente viene a revelar lo que sufrió el Apóstol Pablo cuando decía:

    «Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago» (Romanos 7: 15)
    señalando ese poder que aún sentía entre sus miembros.

    Dos lobos, dos naturalezas

    Jesús en una de sus enseñanzas delante de un maestro de la época llamado Nicodemo, habló sobre cómo las personas debían nacer de nuevo en el Espíritu, y como se evidencia que la naturaleza vieja era carnal, debía ser desechada, y con esa naturaleza no podrían entrar al Reino de los Cielos.

    «Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3: 3-6)

    Obviamente, el ser humano es de la carne, pues de ella se viene, pero cuando se conoce a Dios y se tiene un encuentro con Él, la vida carnal pasa a un segundo plano y lo espiritual es lo primero para el creyente, y se recibe esa nueva naturaleza que se encuentra en Cristo Jesús.

    «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4: 22-24)

    Esa primera naturaleza la llamada carnal es la que el creyente vivió antes de conocer a Cristo, pero es una naturaleza que se sigue manifestando a pesar del conocimiento que pueda tener el creyente de Dios, pues cada día debe enfrentarla y dominarla, y el Apóstol Pablo lo recalca en sus escritos:

    «Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado»(Romanos 7: 22-25)

    Pablo entendía que en su humanidad no podría dominar su vieja naturaleza, solo lo lograría al estar entregado en cuerpo y alma al poder del Espíritu Santo, quien haría activar los frutos de la nueva naturaleza adquirida al seguir a Jesús, por lo que aconseja al creyente:

    «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12: 1-2)

    La renovación del entendimiento es el lugar de la mayor lucha del creyente, allí es donde vive el proceso en hacer lo adecuado o lo inadecuado, y no se basa en la cantidad de biblia que lees, o si asistes a la iglesia, mas bien es la convicción que tiene el creyente en que Dios es real y lo observa en su diario vivir.

    La Batalla entre la Carne y el Espíritu

    En la vida del creyente se hace evidente los frutos de cual naturaleza va ganando, y el Apóstol Pablo en su epístola a los Gálatas, especifica las cualidades que gobiernan la carne y las que se rigen por el Espíritu:

    «Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley» ( Gálatas 5: 19-23)

    Las Obras de la Carne

    El Apóstol Pablo hace un desglose de estas características, que vienen a mostrar la debilidad humana, esa impotencia para dominar sus impulsos y sucumbir a este lobo que viene en destruir el alma, y alejarlos del Reino de los Cielos

    Adulterio: esta es una de las representaciones de la inmoralidad o perversión sexual, y viene a darse en la vida del creyente cuando este se encuentra casado, y le es infiel a su esposo(a), produciendo no sólo la impureza física, sino viene a dañar la relación matrimonial.

    Además, que también se puede dar en los deseos de la mente "no cometerás adulterio" (Éxodo 20: 14) "Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarás, ya adúltero en su corazón" (Mateo 5: 28)

    Fornicación: es otra de la representación de la inmoralidad sexual, y esta se dan en la relaciones prematrimoniales, un joven creyente lucha mucho con este tipo de fruto de la carne, pues las nuevas creencias libertinas del mundo actual, lo hacen ver como una normalidad en el desarrollo de los jóvenes.

    “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo; más el que fornicación, contra su propio cuerpo peca» (1ra. Corintios 6: 18)

    Inmundicia:  es la impureza que surge de un corazón pervertido, ella viene a darse en acciones o en pensamientos que destruyen las buenas costumbres. Rompiendo la naturaleza humana.

    “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos» (Romanos 1: 24)

    Lascivia: también relacionado con el ámbito de la inmoralidad sexual, que viene a hablar del libertinaje o desenfreno sexual. Muestra sin ningún tipo de vergüenza las aberraciones que pueden hacer en su intimidad.

    «Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumento de iniquidad» (Romanos 6: 13)

    Idolatría: referido a todo tipo de adoración a ídolos o falsos dioses, que vienen a interponerse a la adoración al verdadero Dios. No solo las imágenes de madera, cera bronce, u oro hechas por el hombre que adoran en algunas iglesias universales y santuarios son promotores de idolatría.

    Todo aquello que le quita el primer lugar a Dios es idolatría, puede ser dinero, trabajo, pareja, familia. “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos" (1ra. Corintios 10: 7) "Por tanto, amados míos, huidos de la idolatría" (1ra.Corintios 10: 14)

    Hechicería: esta es toda práctica que invoque muertos, espíritus malignos, hagan conjuros, pociones que se mueven en un poder engañoso, dañando las vidas de las personas. La biblia condena estas prácticas que son producidas por espíritus malignos.

    «No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos» (Levítico 19: 31)

    «No se hallado en ti…quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas» (Deuteronomio 18: 10-12)

    Enemistades: dada cuando no hay amor hacia las personas, donde lo que hay es odio en sus corazones por situaciones que se hayan vivido, incumpliendo el mandato de Jesús: "...Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen" (Mateo 5: 44)

    Pleitos: relacionado a las peleas, riñas, discusiones, una relación que no está en armonía. "Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos" (2da Timoteo 2: 24)

    Celos: este se manifiesta en el deseo de una persona en poseer o disfrutar algo que otra persona tiene, o porque una persona se acerca mucho a su pareja, y le molesta su acercamiento.

    «Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas, disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? (1ra. Corintios 3: 3)

    Ira: vinculada al descontrol emocional de una persona, donde la rabia y el odio la arropa, dando nacimiento a este sentimiento hostil.

    “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo» (Efesios 4: 26)

    Contiendas: relacionada con los pleitos en dimensión más agudizada, donde el confrontamiento viene a ser desmedido, y en el que la ambición de superar al otro viene a desarrollar un egoísmo en la persona, incumpliendo el mandato

    «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22: 39)

    Disensiones: asociada a la división, sedición. No estar en un solo sentir. Este tipo de situaciones rompen la armonía en los lugares donde se deje crecer.

    «Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todo una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer» (1ra. Corintios 1: 10)

    Herejías: resta tiene que ver a las sectas que pueden surgir evocando normas malignas, que vienen a contradecir la revelación de Dios, y las normas dejadas en la Biblia.

    «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina» (2da. Pedro 2: 1)

    Envidias: referida a los celos, esto se da en una persona que tiene resentimiento por no poseer algo que tiene otra persona. Acompañado de la codicia. 

    “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo» (Deuteronomio  5: 21)

    Homicidios: describe a la acción de ocasionar la muerte a alguna persona, por diversas causas, de manera física así como emocionalmente, infringiendo el mandato de Dios, y sacándose el(la) mismo(a)del Reino de los Cielos.

    “No matarás» (Deuteronomio 5: 17) «Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él» (1ra. Juan 3: 15)

    Borracheras: vienen a describir al exceso en la ingesta de bebidas alcohólicas, que vienen a dañar no solo de la salud de las personas, sino crear conflictos con terceros, por los efectos de este tipo de bebidas.

    «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5: 18)

    Orgías: es la mayor representación de inmoralidad sexual, en el que la lascivia y el desenfreno se entregan al sexo ilícito. Donde la regla principal es darle placer a la impureza.

    “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías» (1ra. Pedro 4: 3)

    Cada una de estas acciones y características de la vida carnal aleja al creyente de la presencia de Dios, y del mayor galardón que es la vida eterna en el Reino de los Cielos.

    Los Frutos del Espíritu

    En esa lucha que el creyente tiene con las naturalezas que combaten dentro de si, hay frutos que solo los produce el Espíritu Santo, y las personas los obtiene cuando su alma es purificada y el nuevo hombre está en el proceso de crecimiento dejando atrás las viejas cosas.

    Amor: esta viene a representar el afecto a algo o a alguien, es la virtud que una persona tiene en ser benevolente con lo que está a su alrededor. Es la mayor evidencia que Dios está obrando en una persona. De ello se desprende el resto de los frutos.

    “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor» (1ra. Juan 4: 8) Este fruto es muy importante, es la raíz de las características de un creyente transformado por la mano de Dios.

    “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1ra. Corintios 13: 4-7)

    «Así que el Cumplimiento de la ley es el amor» (Romanos 13: 10)

    Gozo: representa la alegría, estar lleno de regocijo. Donde lo envuelve una constante sonrisa y en el que incluye a las personas de su entorno, rebosando el agrado de vivir en la voluntad de Dios.

    “Perseverando unánimes cada día en el templo en el partimiento del pan y en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón»(Hechos 2: 46)

    Paz: este se relaciona en el bienestar de la persona tanto en el aspecto emocional como con su entorno físico, donde refleja tranquilidad y serenidad. Al estar convencido de la existencia de Dios, está característica lo acompañará: "Y el Dios de paz sea con todos vosotros" (Romanos15: 33)

    Esa paz interior se da entendiendo que el ámbito espiritual es el que lo rige, y su nueva vida está enrumbada por el Espíritu Santo: "La paz os dejo, mi paz os doy: yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe su corazón, ni tenga miedo" (Juan 14: 27)

    Esa paz con su entorno físico y sus relaciones interpersonales es características de aquel que es guiado por el Espíritu Santo. "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5: 9)"estad en paz con todos los hombres" (Romanos 12: 18)

    Paciencia: característica de una persona en poder resistir ante las adversidades o situaciones. Se relaciona a ser apacible, indulgente donde tiene un equilibrio en su forma de actuar a la espera o desarrollo de cualquier situación.

    «Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús» (Romanos 15: 5) «Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor…tened también vosotros paciencia, y afirmas vuestros corazones»(Santiago 5: 7-8)

    Benignidad: referente a la amabilidad, esta virtud se relaciona íntegramente a Dios, y debe ser evidenciada en la conducta del creyente en lo moral, donde la serenidad, la tranquilidad y la disposición reposada de la persona es característico. Además siempre están de buen humor y disponer un buen trato hacia el otro

    «Antes sed benignos unos con otros» (Efesios 4: 32)» Vestíos, pues como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia» (Colosenses 3: 12)

    Bondad: es una cualidad de una persona de buen corazón, donde la generosidad es la característica en las acciones que ejecuta. También está vinculada a la justicia y a la verdad, que conlleva al arrepentimiento de una mala acción.

    «Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2: 7)»por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre» (Salmos 68: 10)

    Fe: vinculado a la fidelidad y a la confianza. Es una virtud ética sobre su relación con las personas de su entorno, y la relación que puede lograr obtener con Dios.

    Está se define en creer sin dudar en las palabras, promesas que Dios ha dejado en su Palabra. Y en como es su relación con las personas de su entorno, donde la confianza es su demostración tangible.

    «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11: 01)

    Mansedumbre: relacionada con la gentileza de una persona con sus relaciones interpersonales, en el que no le da cabida al enojo o a la rencilla. Tiene la capacidad en soportar los unos a los otros con sus virtudes y debilidades, encarar las verdades sin resentimiento, discutir sin molestarse y sin pecar.

    “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (Efesios 4: 2)

    Templanza: es conocido como el dominio propio, donde la persona es moderada y equilibrada ante cualquier situación. Controla los pensamientos, las palabras, las acciones, reflejando el control del Espíritu Santo en su vida.

    «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio» ( 2da. Timoteo 1: 7) «añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento, al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia piedad» (2da. Pedro 1: 5-6)

    El desarrollo de cada uno de estos frutos es la prueba tangible del dominio del Espíritu Santo, en la vida del creyente. Donde lo espiritual produce que las pasiones y los impulsos del viejo hombre se acaben, trayendo el crecimiento y formación del nuevo hombre nacido en Cristo Jesús.

    Dos opciones: una solo vencedora

    Cada creyente está consciente en la lucha que vive a diario, y como su forma de vivir hará que alguna de estas naturalezas sobresalga ante la otra, arrojando sus consecuencias, que pueden ser la Condenación o la Salvación eterna.

    «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu» (Romanos 8:1)

    Las vanidades, el descuido y la escasa importancia que cualquier persona le da a la vida espiritual dirigida por el Espíritu Santo, producirá el gobierno de la carne, quien moderará el cuerpo de corrupción y de muerte.

    «Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor Nuestro» (Romanos 6: 23)

    El creyente debe alimentar el Espíritu a través de la oración, la lectura de la Biblia, los ayunos, las vigilias, dando paso al gobierno del Espíritu Santo que lo hará ver con claridad lo que le conviene en si vida. Destruyendo esa fuerza externa e interna que quiera hacerlo caer al pecado.

    Si por el contrario, el creyente hace esfuerzo humano, para cambiar su estilo de vida sin buscar lo espiritual fracasará en su intento. Pues solo cuando se deja dirigir por el Espíritu Santo obtendrá la Victoria.

    «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe ¿Quien es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios» (1ra. de Juan 5: 4-5)

    El Apóstol Pablo a través de la epístola a los Gálatas explica la verdadera lucha que tiene el creyente, y como su disposición al cambio lo hará entregarse a Dios, evaluando cada día su desempeño y reconociendo sus pecados delante de Él

    «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1ra. Juan 1: 9)

    Así como el abuelo le dijo al nieto que el lobo que más alimentará vencería, de esa misma forma el ser humano en su vida en la tierra estará regido por esa batalla donde vencerá a quien le dé importancia: la Carne o el Espíritu y obtendrá su galardón. Y si decide dejarse guiar por el Espíritu podrá decir: "He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe" (2da.Timoteo 4:7) "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gálatas 5: 24)

    1. Helayne Rosas Molinares Helayne Rosas Molinares dice:

      Hola! Dios bendiga su vida,y siempre déjense usar para la edificación de las almas, papá está obrando y recompensadonos!

    2. María Lourdes María Lourdes dice:

      Gracias por compartir estás enseñanzas que son de gran ayuda al crecimiento espiritual y moral del cristiano

    3. Sylvia Álvarez Sylvia Álvarez dice:

      Gracias, gracias, gracias por despejar mi mente de la nubosidad y ofrecerme sabiduría para mi mejor entendimiento. Excelente contenido, claro, directo, conciso pero sobre todo fundamentado en la palabra, especialmente gracias por animarme a seguir adelante sin ninguna duda.

    4. yenire blanco yenire blanco dice:

      Que bendición gracias por sus palabras sobre este tema. Dios lo siga bendiciendo.

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