La Historia De José El Rey De Los Sueños (II Parte).
Los mercaderes madianitas en cuyas manos los hermanos de José el Rey de los sueños le vendieron, le llevaron a Egipto, aquella tierra de pastos verdes en medio de los desiertos de arena. En algún gran mercado de esclavos fue expuesto a la venta, juntamente con otros centenares, que habían sido capturados por fuerza o astucia, de los países en derredor.
Sin duda las regiones del Alto Nilo y de África Central eran recorridas entonces como ahora para satisfacer la insaciable demanda de esclavos. Y el joven de delicada tez se hallaría junto a los hijos oscuros de las tierras que están bajo el sol tropical; tierras que han sido pisadas en tiempos recientes por soldados ingleses, y que serán para siempre sagradas para nuestros compatriotas, por los sepulcros de los soldados que están esparcidos por los desiertos de arena.
Fue comprado por Potifar, "capitán de los de la guardia"; el margen nos dice que era el ejecutor principal del castigo corporal o el jefe de los verdugos. Es muy probable que fuese el jefe de la fuerza militar empleada como cuerpo de guardia real, en los recintos de la corte.
Los monarcas egipcios tenían el poder absoluto de vida y muerte, y no vacilaban en mandar imponer una variedad de castigos sumarios o sanguinarios, cuya elocución era confiada a la guardia militar, que siempre estaba a la mano, y era el instrumento más pronto y más eficiente para la tortura o la muerte.
José el Rey de los sueños es comprado por Potifar
Potifar era un noble de Egipto; miembro de una aristocracia orgullosa, tenía un oficio alto y gozaba del favor de la corte. Sin duda viviría en un espléndido palacio, cubierto con jeroglíficos y lleno de esclavos. El joven cautivo, acostumbrado a la ternura de su hogar sencillo y amado, sin duda tembló al pasar por la avenida de columnas, por las puertas guardadas por esfinges, a los corredores de aquel extraño y vasto palacio egipcio donde hablaban un idioma del cual no entendía ni una palabra, y donde todo era tan nuevo y extraño.
Pero, "Jehová fue con José el rey de los sueños"; el sentido de la presencia y protección del Dios de su padre penetraba y tranquilizaba su alma, y le guardaba en perfecta paz; y, aunque separado de cuantos conocía, le daba descanso y fuerza sentir que las alas misteriosas grabadas en los pórticos de tantos edificios egipcios le eran emblemas de las alas extendidas; del cuidado de su gran Padre, un cuidado que no dormía nunca y debajo del cual su alma podría esconderse siempre.
¿Quién no escogería, después de todo, ser más bien José en Egipto con Dios, que los hermanos con un vestido manchado de sangre en sus manos y el sentido de pecado en sus almas? "Jehová fue con José el rey de los sueños; y fue varón próspero" (Gn. 39:2).
Las versiones antiguas de la Biblia dan aquí una traducción curiosa: "Jehová fue con José el rey de los sueños; y era un sujeto de buena suerte". Supongo que esto significa que todo lo que él hacía salía bien. El éxito le seguía tan de cerca como su sombra, y tocaba todas sus plantas con su vara mágica. Potifar y los de su casa tomaron la costumbre de esperar que este extraño cautivo hebreo pudiera desatar todo nudo, desenredar toda madeja, y hacer salir bien los arreglos más intrincados.
Acaso, aunque desnudado de su túnica, José no había sido desnudado de su carácter. Cuidad, jóvenes, de que nadie os robe ésto: todo lo demás, con excepción de esto, puede reemplazarse. Sí, José era industrioso, pronto, diligente, obediente, digno de confianza. Cuando fue enviado a buscar a sus hermanos, había cumplido, no sólo con la letra de las instrucciones de su padre, no dándose descanso hasta no seguirlos desde Siquem hasta Dotán.
Y éste fue el espíritu de su vida. Hacía su trabajo no porque estaba obligado a hacerlo, sino porque Dios se lo había dado a hacer, y le había llamado a hacerlo. Leía la voluntad de Dios en los quehaceres diarios, la tarea común: "Me envió Dios aquí" (Gn. 45:5). Sentía que era el siervo no tanto de Potifar como del Dios de Abraham e Isaac.
Allí en la casa de Potifar podía vivir una vida devota y sería tan verdaderamente como cuando pasaba los días largos y felices en la tierra de Jacob: y lo hizo. Y fue esto lo que le hizo tan concienzudo y cuidadoso, cualidades que en los negocios no dejan de asegurar el éxito. Mientras sus compañeros de servicio malgastaban los momentos áureos, José los llenaba de actividades.
Mientras ellos se contentaban presentado una buena apariencia, él buscaba el éxito desde fundamentos cuidadosamente puestos. Mientras ellos trabajaban sencillamente para evitar el ceño o el látigo, él trabajaba para ganar la sonrisa del gran protector, cuyo ojo siempre le miraba. Con frecuencia le señalaban con envidia, y tal vez decían, "es un sujeto venturoso". No pensaban que su ventura era su carácter; y que su carácter significaba Dios.
Con frecuencia los hombres hablan así el uno del otro: "siempre tuvo suerte", "nació bajo buena estrella", "está seguro de tener buena suerte". Pero no hay tal cosa como la suerte, sino que la suerte
significa carácter. Y si deseas poseer tal carácter que te asegure buen éxito en la vida, no hay verdadera base para él, sino Jesucristo.
Debes edificar sobre Él; de otro modo tu edificio será llevado por el primer huracán. Pero una vez que hayas puesto el fundamento sobre la piedra viva, entonces levanta el edificio según el plan dado en su propia hermosa vida. Levántate fila sobre fila: y hallarás que la piedad a todo aprovecha; porque tiene la promesa de esta vida presente, y de la venidera. "Todo lo que él hacia, Jehová lo prosperaba en su mano. Jehová bendijo la casa del Egipcio a causa de José el rey de los sueños, y fue la bendición de Jehová sobre todo lo que tenía así en casa como en el campo".
Esta bendición no es privilegio exclusivo de José el rey de los sueños: está prometida a todo aquel que, oyendo, oyere la voz de Jehová Dios para guardar, para hacer todos sus mandamientos (véase Dt. 28: 1 y 2). Con frecuencia semejantes bendiciones serían nuestras si anduviéramos tan cerca de Dios como lo hizo José. Vale poco clamar como Jabes "si me dieres bendición"; a menos que, como él, añadamos "y me librares de mal". Pero cuando viene la bendición se enriquece, y no añade tristeza con ella. Cuidemos de vivir de modo que Dios pueda estar con nosotros... "Jehová es con vosotros, si vosotros fuereis con Él; si le buscaréis, será hallado de vosotros, mas si le dejaréis, Él también os dejará".
Estas palabras pueden ser leídas por siervos de varias clases: el doméstico de la casa, el niño de la oficina, el aprendiz, el dependiente. Y si es así, seguramente serán ayudados por el ejemplo de este noble joven. No se entregó a pesares inútiles ni a lágrimas que no le aprovecharían.
Se ciñó varonilmente para hacer según sus fuerzas lo que le vino a la mano para hacerlo. Era "fiel en lo muy poco", en los deberes más humildes y triviales de su oficio. Creía que Dios le había puesto donde estaba; y sirviendo bien a su amo terrenal, sentía que realmente agradaba a su gran amigo celestial, que estaba cerca de él en aquellos palacios adornados de jeroglíficos así como en las tiendas de Jacob.
He aquí el espíritu con el que debe hacerse todo servicio... De este modo, las cosas más insignificantes se hacen bajo los principios más sublimes, justamente como la forma de la gota de rocío que tiembla sobre el pétalo de una rosa es determinada por las mismas leyes que dirigieron el moldeamiento de nuestra Tierra en su presente forma.Nuestras suertes en la vida son mucho más iguales de lo que pensamos.
No es tan importante lo que hacemos, como lo es la manera en que lo hacemos. El motivo que nos inspira es la verdadera norma y medida del valor o importancia de nuestra vida. Un hombre mezquino puede apocar los asuntos más importantes por la bajeza de su espíritu.
Un hombre noble puede engrandecer asuntos insignificantes por su nobleza de tal manera que lleguen a ser asuntos de conversación de serafines flamantes, o de querubines con dobladas alas. No podemos estimar el valor de un verdadero siervo cristiano. ¡Afortunada la casa que esta así equipada! Potifar el egipcio sin duda se sorprendió agradablemente por la repentina corriente de prosperidad que fluyó hacia él.
Todo iba bien: su ganado se aumentó en el campo, sus negocios prosperaron en la casa. Tal vez con frecuencia se preguntara la causa, pero poco adivinó al principio que lo debía al esclavo hebreo: "Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José el rey de los sueños". Dios le pagó bien por cuidar a su siervo. Así es todavía. José el rey de los sueños llegó a ser hombre próspero: el mayordomo en la casa de su amo.
"Dejó todo lo que tenía en la mano de José el rey de los sueños", ni con él sabía nada más que del pan que comía". Y justamente aquí José encontró la más terrible tentación de su vida. Podemos esperar tentación en los días de prosperidad y desahogo, más bien que en los días de privación y trabajo.
La esposa de Potifar Trata de seducir a José el Rey de los sueños
Es más difícil resistir la tentación cuando viene de la parte menos esperada. Puede ser que la esposa de Potifar no fuese peor que muchas de su sexo. Sin duda sobrecogieron a José como el sacudimiento de un terremoto, llenándolo de un tumulto repentino de pensamientos. La apelación inesperada a sus pasiones, con respecto a la tentación. Parecía esencial para José estar bien con la esposa de su señor. Agradar a ella aseguraría su adelanto. Desagradarla, la haría su enemiga y arruinaría sus esperanzas.
La única armadura contra la política es la fe que mira hacia el futuro lejano y cree que al fin se hallará que es mejor haber obrado bien y haber esperado la vindicación y la bendición de Dios. Resultó mejor para José el rey de los sueños no obedecer las sugestiones de la política: al haberlo hecho así, podría haber adquirido un poco más de influencia en la casa de Potifar; pero no podría haber durado y nunca habría llegado a ser primer ministro de Egipto, o haber tenido un hogar propio, o haber hecho que sus muchachos recibieran la bendición de su padre moribundo. Sin embargo José quedó firme.
Raciocinó con ella. Procuró infundir en ella un sentido de lo que le convenía como la esposa de su señor. Pero hizo más. Cambió el caso desde el tribunal de la razón hasta el de la conciencia.
José el Rey de los sueños en la Cárcel
José el Rey de los sueños estuvo allí en la casa de la cárcel. Mas Jehová fue con José". El Señor estuvo con él en el palacio de Potifar; pero cuando José fue a la cárcel, el Señor fue allí también. La única cosa que nos separa de Dios es el pecado: entretanto que andamos con Dios, Dios andará con nosotros,Los peldaños del trono.
Los pasos de la exaltación de José desde la celda de la prisión donde le dejamos, hasta los peldaños del trono de Faraón, se conocen también que no necesitamos describirlos detalladamente... "Acordarte has de mí dentro de ti, cuando tuvieres bien". Fue una súplica modesta y patética ésta que hizo José al gran oficial del estado, a cuyo sueño había dado una interpretación tan favorable.
Algunos, sin embargo, han dicho que no tenía derecho a hacerlo. Han dicho que no tenía derecho de suplicar a este hombre que rogara a Faraón, cuando él mismo tenía acceso al Rey de los reyes, y podía en cualquier tiempo presentar su caso en su tribunal. No nos conviene juzgar duramente al cautivo en la obra de la más profunda angustia de su alma. La fe más fuerte ha vacilado a veces.
Elías cayó sobre las arenas del desierto, y pidió morir. Juan el Bautista, desanimado y desalentado, envió desde su lúgubre celda en el castillo de Herodes preguntando si Jesús era en verdad el Cristo. Muy distinto sucedió con José. Sin duda, el gran hombre concedió fácilmente su súplica, y prometió todo lo que le pidió. Y, sin duda, movido por su gratitud, resolvió dar a José un lugar entre sus subordinados, o tal vez en las viñas.
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Primero la esposa de Potifar hace una acusación sin fundamento, que conduce al encarcelamiento de José; el joven prisionero se gana la buena voluntad del carcelero, y se le permite tener acceso libre a los prisioneros. Luego sucede en ese mismo tiempo que dos oficiales del estado son echados a la cárcel bajo sospechas de procurar envenenar a su real amo; entonces la verificación de la interpretación de José de sus sueños muestra que posee un poder nada común.
Ahora aquel departamento de la memoria en que la cara y el caso de José el Rey de los sueños están escondidos se sella por temor de que éste procure hacer algo prematuramente; entonces, después de dos años enteros, el rey de Egipto sueña. Para el observador casual, parecería haber mucha casualidad en todo esto; pero el historiador, dirigido por el Espíritu Santo, levanta el velo, y muestra que Dios obraba paso a paso sus propios planes infinitos. El sueño se repitió dos veces, tan semejantemente que hacía evidente a la mente más obtusa, que se trataba de algo de muchísima importancia.
La escena en cada caso fue la ribera del río; primero el margen verde de hierba en seguida el fértil terreno aluvial. De todos modos era un mal agüero ver a las vacas enjutas devorar a las gordas, y las espigas marchitas devorar a las llenas.
Tampoco podemos admirarnos de que el monarca de un pueblo que atribuía importancia especial a presagios y portentos, enviaría apresuradamente por la multitud de sacerdotes que siempre le rodeaban; y que en esta ocasión fueron reforzados por todos los sabios, adeptos a este ramo de ciencia; pero no hubo ninguno que pudiera interpretar el sueño de Faraón...
"¿No ha enloquecido Dios la sabiduría de este Mundo?". Entonces, en medio del pánico del palacio, el príncipe de los maestresalas se acordó de repente de su experiencia en la cárcel, y habló al rey del joven cautivo hebreo. Faraón se aprovechó inmediatamente de la sugestión: envió y llamó a José; y le trajeron apresuradamente del calabozo, "e hicieron salir corriendo". No obstante su impaciencia, el rey tuvo que esperar hasta que se había afeitado y cambiado su vestido de cárcel.
La perfecta limpieza y propiedad en el vestido era tan importante a ojos de los egipcios, que los asuntos más urgentes eran aplazados hasta que éstos recibían atención debida. ¡Qué lástima que los hombres se cuidaran tanto de su apariencia al presentarse unos a otros, y fueran tan descuidados acerca de su apariencia delante de Dios!
Muchos hombres que no pensarían en entrar en una sala si su camisa no estuviera blanquísima, están muy contentos de llevar dentro de su pecho un corazón tan negro como la tinta. Es hermoso notar las referencias reverentes de José hacia Dios, en su primera entrevista con Faraón: "Dios será el que responda paz a Faraón". "Lo que Dios hace, ha mostrado a Faraón". "La cosa es firme de parte de Dios, y Dios se apresura a hacerla".
José no se avergonzaba de hablar de su Dios en medio de la multitud de idólatras en la corte de Egipto: no vacilemos en dar nuestro humilde testimonio en presencia de la oposición violenta y el desprecio arrogante.Siendo asumida y concedida esta posición, no hay dificultad en interpretar el consumo de las siete vacas gordas por las siete enjutas, y de las siete espigas llenas por las siete secas abatidas del solano; ni de indicar que los siete años de grande abundancia fuesen seguidos por siete años de hambre tan terrible, que toda la hartura sería olvidada en la tierra de Egipto, y que el hambre acabaría con ella.
Ya que tenemos la interpretación delante, nos parece admirable, no que José la diera, sino que los sabios de la corte de Faraón dejaran de descubrirla. Pero tal vez Dios lo ordenó así para presentar una oportunidad para la elevación a la que, desde su niñez, José el rey de los sueños había sido destinado. En esto, como sucede "Escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Así, Padre, pues que así agradó a tus ojos...".
Entonces en presencia de toda la corte que escuchaba atónita, visto por los ojos maliciosos de los magos, a quienes les pesaba perder su prestigio y lugar, o los ricos emolumentos de su oficio, el joven hebreo interpretó el real sueño. Aquel sueño estaba expresado de una manera completamente egipcia, y se relacionaba con el Nilo, cuyas aguas eran miradas por los nativos con una reverencia entusiasta, sea por sus cualidades peculiarmente deliciosas, refrescantes, y nutritivas, o por la inundación anual que llevaba muy adentro de la tierra, el suelo rico y fértil. En verdad, por éstas y otras consideraciones el río era el objeto de un culto idolátrico.
El búfalo una especie de buey, bien conocido antiguamente en Egipto, se deleitaba en estar en el agua en los países calurosos, quedándose por horas enteras en aquel baño refrescante sumergido todo el cuerpo, con excepción de la cabeza.
La vista de ganado vacuno subiendo del río, no sería, pues, un acontecimiento raro; y José no tuvo dificultad en hacer entender a su auditorio, cuando dijo que estas siete vacas así como también las siete espigas de trigo sobre un tallo, según la naturaleza de aquella especie de trigo aristado conocido todavía como trigo de Egipto, eran emblemas de siete años de grande abundancia en todas partes de la tierra de Egipto. Pero, tal vez, lo que dio a José el rey de los sueños, más influencia en aquella corte no fue su interpretación sino la política sabia y prudente en que insistió.
Mientras detallaba sus recomendaciones sucesivas, el nombramiento de un hombre discreto y sabio que tuviera este negocio exclusivo como la obra de su vida, de la creación de un nuevo departamento de negocios públicos con el propósito de reunir les recursos de Egipto en anticipación de la verdad venidera, del vasto sistema de almacenaje en las ciudades de la tierra, es evidente que hablaba movido por un espíritu que no era propio, y con un poder que conquistó el acceso inmediato del monarca y de sus consejeros principales...
"El negocio pareció bien a Faraón y a sus siervos. Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Hemos de hallar otro hombre como éste en quien haya Espíritu de Dios?"
Cuando José hubo interpretado el sueño y dado su consejo -no pensando que al hacerlo bosquejaba su propio futuro-, Faraón dijo a sus siervos: "¿Hemos de hallar otro hombre como éste, en quien haya Espíritu de Dios?". Entonces se volvió hacia José, y le dijo: "Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú serás sobre mi casa, y por tu dicho se gobernará todo mi pueblo; solamente en la silla seré yo mayor que tú, Yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto". Fue un ascenso maravilloso el que recibió José el Rey de los sueños.
José película completa
Su padre le había reprendido; ahora Faraón, el más grande monarca de su tiempo, le da la bienvenida sus hermanos le menospreciaron; pero el más orgulloso sacerdocio del mundo le recibe por matrimonio en sus filas considerándolo más sabio conciliar a un hombre que desde ese momento había de ser la fuerza principal en la política y vida egipcias. Las manos que estaban encallecidas con las labores de un esclavo, son adornadas con un anillo de sellar. Sus pies ya no son atormentados con grillos; una cadena de oro es puesta a su cuello.
El vestido de muchos colores que le fue quitado por violencia y manchado con sangre, y el que fue dejado en manos de la adúltera, son cambiados por vestidos de lino finísimo sacados del guardarropa real. Antes fue hollado como las inmundicias de todas las cosas; ahora se manda que todo Egipto doble la rodilla delante de él cuando salga en el segundo carro, el primer ministro de Egipto, y segundo sólo al Rey. José el Rey de los Sueños..
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